Cuando decidí leer este libro de Francisco Ortega, no estaba convencida en lo absoluto. Había escuchado de la maravilla de libro que es «Logia», del mismo autor y aunque no estoy en desacuerdo de que sea un gran obra, su relato y forma de narración no me cautivó.

Hay algo en la forma de escribir de Francisco Ortega, que me encanta tanto como me aleja, y eso provocó que Logia simplemente no me atrajera lo suficiente como para que lo leyera completo. Sin embargo, Salisbury es otra historia, literal.
Comencé a leerlo con reticencia, temía encontrarme con los mismos detalles que no me gustaron de Logia, y es que Ortega refleja su extremo fanatismo a trenes y aviones en las descripciones detalladas que suele hacer de los mismos. En Logia las consideré tediosas y repetitivas, pero en Salisbury es algo que puede ser pasado de largo, como una autoedición para saltarse los párrafos donde la descripción es demasiado detallada, que por cierto, son pocos.
El talento es algo claro al momento de pensar y analizar la escritura de Francisco, porque con Logia, los personajes lograron caracterizarse a tal punto, que el sólo hecho de no soportarlos, también hizo que desistiera de la novela. Es tanto un punto a favor, como en contra, pero creo que la construcción de esos personajes y la forma de describirlos tanto físicamente, como en sus pensamientos es muy potente.
Volviendo a Salisbury, la historia en sí, es apasionante. La forma de partir la con el pequeño Pablo Clausen y los saltos de tiempo, están muy bien hechos. Es capaz de transportarte al sur de Chile, a los días nublados, fríos, deprimentes en el caso de la historia y con ese olor a leña que impregna todo. Salisbury, envuelve, apasiona y te atrapa en un relato que cuando cierras el libro, tu mente mantiene en una pausa constante y latente, pidiendo que dejes seguir a Martin Martinic – el protagonista – en su historia. Desprecias a otros personajes por su actitudes y cuando al final podrías esperar algo obvio, el cierre se vuelve inesperado, creando ficción dentro de la misma ficción.
De un terror delicado y bien trabajado, con un conocimiento de la cultura del sur de Chile, esta novela se convirtió en una de las mejores que he leído este último tiempo. Comencé sin fe y terminé encantada, devorándome el libro en poco tiempo y esperando siempre esos minutos en los que sólo el relato se tomaban mi realidad, como si caminara por las calles de Salisbury, sumando en sus hojas alusiones musicales y de películas o cultura pop, haciendo que la historia aterrice aún más en nuestra realidad, esa que podemos reconocer y hacer nuestra, como si efectivamente hubiésemos podido toparnos alguna vez con Martinic, quien termina siendo el más «simple» y aterrizado de los personajes que se desenvuelven en esta historia de terror.
Aunque no es un lanzamiento nuevo, si aún no lo has leído, te recomiendo que lo hagas. Es una extensión de El Horror de Berkoff y al final del libro contiene una serie de Bonus Tracks, que te ayudar a superar la idea de que la historia finalmente acabó, encontrando incluso capítulos que fueron sacados de la historia.